“A Chorus Line” es un espectáculo emocionante, brillante, dulcemente duro, un musical con alguna banda sonora que nos ha acompañado siempre, y con mucha vida –y vidas que corren a veces desesperadamente detrás de un sueño- dentro. Una obra sobre las plegarias atendidas y las no atendidas, con decidido sabor a musical clásico, porque durante toda la función flota sobre el teatro la atmósfera del mejor Broadway, con una búsqueda vertiginosa de la perfección. El mérito, claro, es de Antonio Banderas, entre otras cosas porque ha contado con Baayok Lee, que trabajó en 1975 en el estreno de este musical en Broadway, para la actual reposición de la dirección y coreografía originales. Hay 26 actores en escena y una orquesta con 15 músicos en el foso. Y un escenario desnudo: sólo con espejos y luces. Hay emoción y arte.

“A Chorus Line” es también un extraordinario y, a veces, amargo homenaje a la profesión de artista, personas siempre persiguiendo la gloria, pero haciendo ejercicios para equilibristas ante la fragilidad de su oficio porque, como afirma uno de los personajes, “los sueños no pagan el alquiler”. Este musical se representa en el Teatro Apolo de Madrid, un teatro impresionante que ha acogido éxitos inolvidables como la remota “Por la calle de Alcalá”, tras su estreno en Andalucía. Manuel Bandera sustituye en el papel de Zach a Antonio Banderas.

La función recrea una audición para una nueva producción musical. El director, Zach, pide a los intérpretes seleccionados que cuenten su pasado. Y al espectador, en medio de música y danzas, le llega la narración de vidas difíciles, duras, oscuras, pero, en muchos casos, llenas de ambición, de ansia de superación, y permanentemente en busca del estrellato. Es gente que encuentra refugio en el escenario, en algún caso después de haber sufrido abusos de las personas más próximas. Está el relato del chico gay, que trabaja en un espectáculo dirigido a homosexuales, a escondidas de sus padres, pero una noche ellos van al teatro, y ahí está él, vestido de mujer. La madre dirá al director antes de que la compañía salga de gira: “Cuide usted mucho de mi hijo”. O Cassie, la veterana actriz –una impresionante Sarah Schielke-, que rozó el estrellato pero ahora vive una decadencia prematura y anhela formar parte del coro. Para sobrevivir económicamente. Pero también para sentirse artista. “No soy una estrella, soy una bailarina”, afirma después de 17 años en la profesión y de ser rechazada para protagonizar un sencillo anuncio televisivo. Sarah Schielke realiza una colosal danza, ataviada de rojo, rodeada de espejos que, a veces, parece van a romperse por la desesperación que transmite el personaje.

Lo ha dicho Antonio Banderas: “A Chorus Line” es una reflexión sobre los sueños y el sacrificio a realizar por conseguirlos, sobre la capacidad de amar, de sentir y de entregar que se requiere de aquellos que han decidido construir su existencia sobre un escenario”. Y ahí queda, para la memoria del espectador -porque el teatro es un hecho irrepetible- la noche del estreno de este musical sublime. “¿Qué se hace cuando ya no se puede bailar?”, se pregunta un personaje. Pero “A Chorus Line” continúa bailando 46 años después.

(Publicado en Andalucía Información)