Pinocho es una terrible y luminosa historia de pobreza y soledad en cuyo trasfondo habita la ilusión. Pero Pinocho está de actualidad. A ello no debe ser ajeno, claro, esta época tenebrosa, acechada por amenazas invisibles. Una editorial publicó hace algunas semanas el libro escrito en 1882 por entregas para un periódico por Carlo Collodi. A mediados del pasado septiembre llegó a los cines españoles la película sobre Pinocho dirigida por el italiano Matteo Garrone. Y ahora, en el Teatro San Pol, esa sala madrileña dedicada desde hace lustros al teatro familiar, se ha estrenado una hermosa versión de Pinocho considerablemente más próxima a la película de Walt Disney que a aquel Pinocho de crueldad atroz que en 1972 dirigió Luigi Comencini en el cine.

Matteo Garrone manifestó recientemente: “Pinocho nos recuerda que nos rodea la pobreza, la mentira, y a la vez que necesitamos la esperanza y la ilusión”. Y esa es también la sustancia de esta última película sobre el niño de madera, y una buena parte de ese espíritu está también en la atmósfera poética llena de música, con cierta esencia de los cromos fijados en el álbum con pegamento Imedio del Pinocho de la infancia, de todas las infancias, que envuelve a la cuidada y delicada función teatral del San Pol. “Pinocho”, dirigido por Natalia Jara, una consumada experta en teatro infantil, destaca por su aroma poética, que surge de la música, de la excelente escenografía, y de una interpretación acertadísima. Todos los actores brillan a gran nivel, pero Víctor Benedé construye un emotivo Gepetto: bueno, resignado y lleno de ternura y amor hacia ese tronco de madera con vida algo golfo al que él ha dado forma de niño. Víctor Benedé tiene amplios registros interpretativos para la comedia o para el drama como últimamente ha demostrado en “La venganza de la Petra” o “Los músicos de Bremen”. Belén González hace un Hada Azul inquietante y, a veces, próxima al music hall: un hada que parece invitar a una copa de rock and roll. Ainhoa Molina defiende bien a su Pinocho, y Edgar López cubre de risueña maldad a su personaje de profesional del circo sin escrúpulos. Sensacional la música compuesta por Nacho Mañó (Presuntos Implicados). “Si yo tuviera un hijo pequeño esta vieja vida mía valdría la pena”, dice Gepetto a poco de comenzar el espectáculo. Y este Pinocho defiende valores morales que se están diluyendo en el mundo actual. Los niños salieron del teatro con Pinocho adherido con pegamento Imedio a su imaginación. Como en aquel viejo álbum de sus padres.