EL CINEASTA SUECO FALLECIÓ A LOS 89 AÑOS EN SU CASA DE LA ISLA SUECA DE FAARO

El director de cine sueco Ingmar Bergman murió hoy cuando acabada de cumplir los 89 años de edad en su residencia de la isla sueca de Faaro, al norte de la turística isla de Gotland, en el Mar Báltico, según informó su hija Eva Bergman.
Nacido el 14 de julio de 1918 en Upsala, entre 1946 y 1982 dirigió más de 40 películas, entre las que destacan «Prisión» (1948), «Sonrisas de una noche de verano» (1955), «El séptimo sello» (1957), «Fresas salvajes'»(1957), «Persona» (1966), «Sonata de otoño» (1978) y «Fanny y Alexander'»(1982).
Hijo de un pastor luterano, Ingmar Bergman se crió en el seno de una familia muy estricta en cuanto a las costumbres y a la religión, un aspecto que influyó en su posterior trayectoria cinematográfica. Con menos de 20 años de edad, se instaló en Estocolmo, donde comenzó su trayectoria en el mundo del teatro, un género del que nunca se apartó, hasta el punto de que entre 1963 y 1966 dirigió el Real Teatro Dramático de Estocolmo. Tras retirarse del cine, Bergman regresó en ocasiones al mismo Teatro Dramático para representar obras de Shakespeare, Ibsen y Strindberg, entre otros autores.
En 1945, la Svensk Filmindustri le ofreció la posibilidad de dirigir su primera película, «Crisis», en la que ya se atisbaba su costumbre de sublimar sus propias obsesiones personales en un personaje. Su interés por la contradicción entre las aspiraciones del ser humano y su entorno se reflejaba en la obra que supuso su consagración artística, «Prisión». A medida que iba madurando, la obra de Bergman empezó a reflejar la influencia de los dramaturgos Henrik Ibsen y August Strindberg, en particular en su obsesión por estudiar, con una fuerte carga dramática e íntima, el alma del ser humano.
En los años cincuenta, tras varias películas en las que Bergman hizo su particular tributo al amor y al verano sueco con películas como «Juegos de verano» (1950) y «Un verano con Monika» (1952), el director se lanzó a una carrera en la que primaron su obsesión por el sentido de la vida, la relación con un dios en el que no creía, la dicotomía entre el bien y el mal y su visión sobre la vida en pareja.
EL SÉPTIMO SELLO
En 1955 rodó «Sonrisas de una noche de verano», por la que obtuvo el Premio Especial del Jurado en el Festival de Cannes de ese año. En 1956 obtuvo un éxito clamoroso con «El séptimo sello» (1956), protagonizado por Max von Sydow, que también obtuvo el Premio Especial del Jurado de Cannes y que contaba la historia de un caballero sueco del siglo XIV que, a su regreso de las Cruzadas y obsesionado por obtener respuestas sobre la vida, la muerte y la existencia de Dios, decide retar a la Muerte a una partida de ajedrez.
En «Fresas salvajes» (1957), Bergman trató el tema de la vejez, en «En el umbral de la vida» (1957) se acercó a la maternidad y en «El manantial de la doncella» (1959), basada en una balada sueca del siglo XIII, narró la venganza de una familia tras el asesinato y violación de su hija. Tras ajustar cuentas con su educación religiosa con las películas «Como en un espejo» (1961), «Los comulgantes» (1962) y «El silencio» (1963), en 1966 dirigió «Persona» (1966), en la que se aprecia una clara influencia del psicoanálisis y de la psicología analítica de Carl Gustav Jung. Ya por entonces empezó a vivir en la isla de Faro, junto a la actriz noruega Liv Ullman.
FANNY Y ALEXANDER
En 1976, Bergman trasladó su residencia a Munich, en el sur de Alemania, al considerar que en su país pagaba demasiados impuestos. En la ciudad alemana, el cineasta sueco dirigió «El huevo de la serpiente» (1977), una película en la que reconstruyó el Berlín de la posguerra. En 1978 rodó «Sonata de otoño», protagonizada por Liv Ullman, sobre las relaciones entre una pianista y sus dos hijas.
En 1982, Bergman dirigió «Fanny y Alexander», que anunció que sería su última película, como efectivamente lo fue, aunque posteriormente siguio trabajando para la televisión y la última de sus producciones, «Saraband» se estrenó en la pantalla grande.
En «Fanny y Alexander» reunió gran parte de sus obsesiones, como el mundo del cine, el temor a la religión, el universo femenino y la muerte. El protagonista, un niño de doce años, y el contexto, una familia de Upsala a principios del siglo XX, no dejaban lugar a dudas sobre el componente autobiográfico de la obra cinematográfica de Ingmar Bergman, un cineasta que ha ejercido una notable influencia sobre muchos de sus colegas, desde Woody Allen al español Carlos Saura.
Algunos de sus guiones han sido llevados al cine por Liv Ullmann y por uno de sus hijos, Daniel Bergman, que filmó la historia autobiográfica «Los niños del domingo»