LA OBRA DE BUERO VALLEJO SE INSTALA EN EL MADRILEÑO TEATRO MARIA GUERRERO, DEL CENTRO DRAMÁTICO NACIONAL

Mario Gas revisa y dirige en nuevo montaje de «El concierto de San Ovidio», una parábola articulada en tres actos sobre lsa explotación del hombre por elhombre, que Antonio Buero Vallejo estreño en 1962 en el desaparecido Teatro Goya de Madrid y que ahora regresa con todos los honores a la escena del también madrileño María Guerrero del Centro Dramático Nacional donde permanrecerá hasta el próximo 20 de mayo.

Desarrollada en un hospicio del París de 1771, El Hospital de los Quince Veintes, Valindín, un negociante, consigue que la monja que regenta la institución permita que, a cambio de doscientas libras, seis mendigos ciegos que allí se acogen puedan tocar instrumentos musicales en la inminente fiesta de San Ovidio. Al contrario de lo que los pobres ciegos se piensan, Valindín no es su salvador, sino un mangante que lo único que busca es aprovecharse de su condición de ciegos para ridiculizarlos y sacar beneficio económico de la situación. El concierto de San Ovidio viene a replantear el tema de la ceguera, ahora en circunstancias distintas de las de En la ardiente oscuridad. Por otra parte, sitúa el tema social en un plano que hasta ese momento Buero Vallejo no había abordado explícitamente: el de la lucha de clases.

La función la interpretan José Luis Alcobendas, Lucía Barrado, Jesús Berenguer, Mariana Cordero, Pablo Duque, Nuria García Ruiz, Javivi Gil Valle, José Hervás, Alberto Iglesias, Lander Iglesias, Ricardo Moya, Aleix Peña, Agus Ruiz y Germán Torres. «La obra de Buero Vallejo, tal como dejó escrito en el dramatis personae, cuenta con 28 personajes. En este momento en el que incluso los teatros públicos están, por orden del señor Montoro, con presupuestos muy bajos, lo hacemos con 14 actores», explica Mario Gas. «Resolvemos algunos aspectos con videoescena, pero no hay nada que se escape a lo que plantea Buero Vallejo y no hay ninguna sorpresa más allá de este tratamiento brechtiano pero, ojo, no quiere esto decir que estemos narrando lacónicamente las cosas, sino que hacemos uso de todos los recursos que tenemos a nuestro alcance para interpretar, con todos los armónicos, las vicisitudes de los personajes y los conflictos entre ellos».

Buero Vallejo nació en Guadalajara, el 29 de septiembre de 1916, y desde muy niño se sintió atraído por el dibujo y la pintura, que constituyeron posteriormente temas recurrentes en su producción dramática. De 1934 a 1936 realizó estudios en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando en Madrid, que fueron interrumpidos por la Guerra Civil. Durante la misma, colaboró con la Federación Universitaria de Estudiantes y formó parte de la Junta de Salvamento Artístico, experiencia sobre la que construyó la anécdota argumental de su última obra, «Misión al pueblo desierto» (1999). En 1937 se moviliza su quinta y forma parte de diversos destinos dentro del Cuerpo de Sanidad Militar, en donde desarrolla una prolija labor como ilustrador de diversos periódicos del frente.

Terminada la guerra, es recluido en un campo de concentración y, una vez liberado, desoye la orden de presentarse a las autoridades y participa en actividades clandestinas por las que es detenido y condenado a muerte en juicio sumarísimo por «adhesión a la rebelión”. La condena a la pena capital dura ocho meses y su estancia en prisión un total de seis años y medio. En uno de los numerosos centros penitenciarios donde estuvo ingresado, el de Conde de Toreno, realiza el conocido retrato del poeta Miguel Hernández. Éste, el de otros muchos compañeros y otras muestras de su obra gráfica fueron publicadas en su «Libro de Estampas» (1994).

En 1946, después de sucesivas rebajas de condena, se le concede la libertad provisional con destierro en Carabanchel, entonces municipio independiente de Madrid. Sintiendo mermadas sus facultades para la pintura por los años en que le fue imposible practicarla en condiciones y buscando sus necesidades expresivas abrirse paso por otros medios, se va desarrollando su vocación literaria y junto con otros jóvenes escritores (entre ellos, Francisco García Pavón y Vicente Soto) forma una tertulia en el café Lisboa de la Puerta del Sol de Madrid. El autor teatral que llevaba dentro de sí, forjado en las innumerables lecturas infantiles de la voluminosa biblioteca de textos de teatro de su padre, escribe varios dramas entre 1946 y 1949, de los que selecciona dos, «Historia de una escalera» y «En la ardiente oscuridad», para presentarse al nuevamente convocado después de la guerra Premio Lope de Vega del Ayuntamiento de Madrid. Ambas piezas acaban compitiendo entre ellas en la deliberación final, y finalmente es «Historia de una escalera» la que recibe el galardón el 12 de junio de 1949.

Considerado el premio de teatro más importante de entonces, que lo recibiese un autor completamente desconocido fue una gran conmoción. Una vez constatado su pasado como combatiente republicano, el estreno tuvo dificultades, pero finalmente, el 14 de octubre de 1949, se produjo con tan gran éxito de público y crítica que inmediatamente Buero fue catapultado a la primera fila de los autores teatrales.