Más de 40 actores participan en la película, centrada en el poder de la palabra y la comunicación

Un recorrido de 400 metros en el madrileñlo barrio de Lavapiés, 20 historias, más de 40 actores, 75 minutos, 10 ayudantes de dirección, un plano secuencia y un rodaje que duró apenas una semana. Son las cifras de un proyecto que se gestó hace cinco años en la escuela de Cristina Rota y que dirige Joaquín Oristrell.

«Hablar» cuenta con un reparto compuesto por algunas de las caras más conocidas y reconocidas de nuestro cine. Pero en la película que inaugura el 18 Festival de Málaga. Cine Español, lo de menos son los números, porque es la palabra, la comunicación, su gran protagonista.

Así lo ha explicado hoy Oristrell en la rueda de prensa de presentación de la película en la sesión inaugural del Festival, en la que ha estado acompañado por Cristina Rota, guionista y productora; José Sámano, productor, y Purificación González, directora de comunicación de Canal+, junto a una representación de actores de la película: Juan Diego Botto, Carmen Balagué, Estefanía de los Santos, María Botto, Miguel Ángel Muñoz y Nur Levi.

«Hablar» ha sido producida por Aquí y Allí Films y Sabre Producciones, con el apoyo de Producciones Cristina Rota y la participación de Canal+. En su reparto encontramos también a Sergio Peris Mencheta, Raúl Arévalo, Marta Etura, Astrid Jones, Dafnis Balduz, Mercedes Sampietro, Goya Toledo, Secun de la Rosa, Álex García, Antonio de la Torre o Melanie Olivares, entre otros.

«Con las palabras se pueden hacer muchas cosas, maravillosas o espantosas”, ha asegurado el director, que con las muchas palabras que componen «Hablar» ha querido hacer el retrato generacional en la España actual, «en un momento en el que vivimos con estupor todo lo que pasa en el mundo y en el que, rodeados de múltiples pantallas, no sabemos dónde estamos”.

Como referencia, «Luces de bohemia» de Valle Inclán y aquel Max Estrella que se iba encontrando personajes en su peregrinaje por Madrid. En «Hablar», y con cierto tono de comedia, los personajes se encuentran unos a otros en el breve recorrido entre la salida del Metro de Lavapiés hasta la Sala Mirador, un barrio que también se convierte en protagonista de la película mientras continúa con su vida y bullicio cotidiano.

La elección del plano secuencia vino impuesta por las circunstancias, ha contado Oristrell, ante las dificultades para unir a tantos actores en el proyecto, pero finalmente se convirtió en «un ejercicio de estilo”. «El plano secuencia ofrece una gran carga de tensión, en los ojos de los actores hay una tensión propia del teatro que convierte a la película en algo en lo que el fondo y la forma se corresponden», ha afirmado. Y los actores han disfrutado la experiencia tanto que algunos, entre bromas, aseguraban durante la rueda de prensa que ya solo quieren rodar así.

El resultado, veinte personajes en plena crisis económica, política y existencial, que hablan, discuten, ríen, lloran, amenazan, susurran, gritan, roban, se citan, se enfadan, se abrazan y proponen al espectador una reflexión sobre el inmenso poder de la palabra.