El autor estaba enfermo de alzhéimer desde el 2015 y ha fallecido a causa del coronavirus en una residencia pública

El dramaturgo y guionista de televisión catalán Josep Maria Benet i Jornet ha muerto este lunes 6 de abril a los 79 años. El Institut de les Lletres Catalanes ha anunciado el fallecimiento de uno de los personajes clave del teatro hecho en Catalunya, que estaba enfermo de alzhéimer desde el 2015 y ha muerto en una residencia pública a causa del coronavirus, ha explicado su hija Carlota, que ha querido destacar «la gran entrega de quienes trabajan en ella, gente maravillosa».

El autor teatral, dramaturgo y guionista sufría alzhéimer. Referente para los dramaturgos catalanes de generaciones posteriores, a nadie extrañó que la sala Beckett inaugurara su espacio en el Poblenou con una obra suya de 1973, «La desaparició de Wendy», dirigida por Oriol Boggi. «Sin la maestría que ha ejercido Benet i Jornet en las nuevas generaciones todo sería diferente», reconocía entonces Toni Casares, director de la sala. Y es que Benet i Jornet siempre tuvo la puerta abierta para asesorar, escuchar y animar a sus discípulos. Ha sido el «padre» de la generación de Sergi Belbel y Lluïsa Cunillé y el «abuelo» de la generación posterior con nombres como Pere Riera, Josep Maria Miró y Cristina Clemente, entre otros.

Autor de una cincuentena de obras, Josep Maria Benet i Jornet tuvo dos obsesiones: reflejar el mundo que le rodeaba a través de sus obras y conseguir que la escritura dramática catalana fuera tan reconocida como la literatura. Fue el primer dramaturgo que logró el Premi d’Honor de les Lletres Catalanes, en el 2013, y logró el Premio Nacional de Teatro en 1994. El autor de obras como «Desig», «E.R» o «Testament» se hizo popular gracias al éxito de la primera serie catalana, «Poblenou», tras la cual participó en otras como «Laberint d’ombres», «Nissaga de poder» y «Ventdelplà».

Tanto en el teatro como en la televisión representó la sociedad y sus tabús, aquello que se ve de puertas hacia fuera y lo que se oculta dentro. «El teatro debe hablar de todo», defendía Benet i Jornet, quien abordó los problemas del proletariado y los conflictos con el poder, la enfermedad, la muerte y el paso del tiempo, pero también trató temas como el alcoholismo y la homosexualidad. Su teatro no era fácil, pero fue capaz de profundizar en las complejas contradicciones del ser humano y de la sociedad.