La actriz presenta en el Festival de Cine Americano «The Runaways» y «Welcome to the Rileys»

Kristen Stewart no nació ayer ni en la saga «Crepúsculo» («Twilight»), aunque muchos así lo crean. Nacida hace tan sólo 20 años en Los Angeles, con sólo 10 participó en la bochornosa «Los Picapiedra en Viva Las Vegas», aunque no figuró en los créditos. Pero si en la segunda, «La seguridad de los objetos», dirigida por la directora «queer» Rose Troche. Un comienzo que fue toda una declaración de intenciones de una mocosa de 10 años que ya leía a Kurt Vonnegut y Charles Bukowski.

Después, fue nada menos que la hija de Jodie Foster en «La habitación del pánico» y Mike Figgis la dirigió en la terrorífica «Cold Creek Manor». Sean Penn la incluyó en «Hacia rutas salvajes» («Into the Wild») e iba escalando posiciones en los créditos hasta protagonizar «Undertow» con Jamie Bell. La 36 edición del Festival de Cine Americano de Deauville ha estrenado dos producciones recientes que devuelven a la inquieta e inquietante Stewart a sus orígenes: La biopic punk «The Runaways», primer largometraje de la videoartista musical italiana Floria Sigismondi, y «Welcome to the Rileys» en la que mantiene un duelo interpretativo de antología y sin complejos frente al formidable James Gandolfini.
Producida por la propia cantante Joan Jett, «The Runaways» es la cruda crónica del nacimiento de la primera banda de punk femenina, «The Runaways» en los 70, a partir de la ambición de Jett y cuatro chicas «basura blanca» de apenas 15 años del área de los alrededores de Los Angeles. Basada en las memorias «Neon Angel», de Currie Cherrie (la cantante del grupo), el film narra la meteórica ascensión de estas pioneras y la brutal caída, alienación y desintegración personal de unas niñas quemadas antes de madurar.
Es fascinante observar el duelo (también amoroso) entre dos ex niñas prodigio: la Stewart y Dakota Fanning, vulnerable ángel de tentación como Cherrie Currie, una niña-mujer que soñó con la vida de David Bowie y casi se mata en el intento. Muchas de las piezas musicales corren a cargo de las propias Stewart y Fanning. La canción que marca el regreso a la (anodina) pero segura realidad es «Starry Starry Night», la pieza de Don McLean para Vincent Van Gogh. Un plus añadido es el trabajo mercurial de Michael Shannon («Revolutionary Road») como el manager Kim Fowley que las inventó, manipuló y destruyó.
En la misma onda se ha presentado hoy «Welcome to the Rileys» en la que Stewart vuelve a dar una vuelta a la tuerca de sus retos. Dirigida por Jake Scott (hijo de sir Ridley, hederero de su parecido físico, que no de su talento), y con James Gandolfini y la excelente Melissa Leo al frente del reparto. Ellos son los Riley, un matrimonio destrozado por la muerte de su pequeña hija. La madre, consumida de dolor, se retrotrae en su pena y el pastor de la parroquia. El conoce accidentalmente a Mallory, una prostituta adolescente (Stewart, toda precocidad, carácter soez y tórrido) y crea una falsa vida familiar con ella.
Todo se complica, y de qué manera, cuando la madre sale de su sopor y trata de crear una familia alternativa. Las chispas saltan en fortísimas confrontaciones de los tres actores. Solo verles, vale la entrada del cine. Y, visto lo visto en Deauville, lo mejor de Kristen Stewart está por llegar. Ahora rueda con Walter Salles la leyenda «beatnick» «On the Road», en la que es MaryLou y después, su primer protagonista absoluto, Birdy en «K-11», escrita y dirigida por Jules Mann-Stewart. En Deauville nos acaban de dar el aviso.

La 36 edición del American Film Festival se desarrolla en Deauville (Normandía) haste el proximo día 12.